domingo, 26 de octubre de 2014

Viernes

Los días de otoño están corriendo sus últimas películas. Tanto el aire como la luz de la mañana y de la tarde cambian, vienen con optimismo, con metas. En cada calle las personas están barriendo los sueños de la noche anterior. El chofer silba una canción junto con la radio, un perro le estira su lomo al sol, su luz, resbalándose por el frío suelo. La mañana comienza a tomar ritmo.

Nosotros somos andantes bajo este cielo. Las calles están estrechas y ese berrinchudo trazado que tienen hace imposible trasladarse de otra forma. Siempre ha sido así, quizás por eso no es raro ver mucha gente de pie a estas horas, entradas de colegios, oficinas.

Siempre salgo temprano. Me deslizo por las calles y voy para el centro de la ciudad. Los viernes se transfiguran en cualquier vuelta que doy, a contra esquina. Todo es malva y tierra, después azulejo y mármol. Esta ciudad es como un cuento, a cada paso crece el entusiasmo.

El viernes es un día distinto, se siente una esperanza, quizás la del fin de semana pero se siente como las jacarandas comienzan a florear, para poder acorralar el destino. Un día de esos que se quedan en la memoria como hilachos desmadejados y es imposible zafarlos, como un día de oportunidades.

Si hoy al terminar la jornada, al salir de la oficina, me enfilo otra vez por la calle opuesta a mi rutina; Si hoy otra vez el olor a pan caliente está en el aire y las suelas se me resbalan hacia la panadería; Si hoy una vez más la señora de la tienda me hace plática y me muestra su folleto Avón. Haré una pausa en su recorrido, me detendré.

Agudizando mis oídos al ritmo del martillo contra el metal. La mirada en la calle del frente, con la plaza. El portón gigante entreabierto. Dentro de la obra en proceso del edificio detrás del mío, con filamentos de acero por todo el suelo. Al centro de la escultura en la glorieta, la forja. El artista dando vida a lo inerte. Sueño que la veo a través de la pantalla; y me giro un poco más a ella, y si nuestras miradas se cruzan… No lo podré creer. ¡Ya no habrá remedio! La tarde, el eclipse de los árboles en medio de la calle, la noche cerca, y todas las estrellas a punto de fulgir me van a decir que sí. Hoy es el día para iniciar mi historia.

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