lunes, 15 de diciembre de 2014

Noches de Hospital

 
 
Ahora me recuesto. Como debe ser y como no imaginé. Junto a una cama de hospital.

La sangre llama a quedarse. Me quedo. Pero la noche, secreta e íntima, invita a fugarse. Me fugo.

Encuentro la escena imaginada, el recuerdo no vivido, de su melena joven y mi sonrisa incauta. La estrechez de una caricia en mi encuentro con el gigante. La idea de recorrer la ciudad juntos con el escurrir del ocaso sobre las fachadas. El instante puro, ingenuo, de creer que por fin será. A pesar de ella o de mí, o de todos.

El momento perfecto es.

Soy espectador y fehaciente admirador de mi propios engaños. Pero sigo siendo espía, aún en sueños. Y los espías son siempre traidores.

¡Traición! Gritan mis células, mis neuronas soñolientas. -¡Atrapen al traidor!- las voces de los sueños que nunca sé de quienes son, aunque no son extrañas.

Acabo por huir de mi propio sueño. Abro los ojos. La lunación a través de la persiana deja los leones rugir.

Las noches de hospital son largas.

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