sábado, 16 de agosto de 2014

Pequeñas lucecitas.




Pequeñas lucecitas, nunca supieron que existí en el mismo planeta, eran muy pequeñas para entender la amplitud de la Tierra. Vivieron en su aislado y bien protegido círculo de amigos y de familia, como de niños, alegres y saludables, brillantes y pequeños. Ni una sola de ustedes tenía la idea de que había un gran mundo tan vasto listo para ser explorado, y ahora, quizás no lo sabrán. Tragicamente, ilegalmente, perturbadoramente han sido eliminados de la pintura, entintados a cabo y despintados antes de que lograran sus metas y sueños. No podrán cerrar sus ojos y esperar pacientemente al siguiente día en el que puedan al fin crecer, el día en que se casen, el día en que venga su turno de abrazar a un diminuto cuerpo esperando por un nombre, para que su lucecita pueda brillar.

Lucecitas, parpadeantes, van caminando por la calle, van frenando en los semáforos, pensando que hay en el camino a casa, pensando. Las veo pasar a mí lado, algunas interesantes, algunas plenamente fuera de mis intereses pero lucecitas al fin. A algunas se las llevan antes de que puedan desarrollar sus vidas, antes de que puedan conocerme, y mientras nunca van a tener la oportunidad, me es grato darles la mano o verlas brillar alrededor.

Siempre hay una lucecita que brilla más que las otras, y cuando te juntas con una de esas, de verdad dejas de ser una lucecita, para convertirte en una luz, con un destello tan enorme que ilumina ese mundo alrededor. Cuando encuentras una lucecita de esas, es importante cuidarla, y que ella te cuide, porque el camino es más fácil con una luz extra que ilumine los obstáculos y se puedan escalar juntos.

Pequeñas lucecitas, siempre juntándose y siendo unas con las otras. Creando, y destruyendo. Para bien o para mal.

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